¿Quién es el Profeta Muhammad?

Cuando hablamos del Profeta Muhammad (s) se debe tener en cuenta que se está hablando de la persona más grande de la historia. Y no es una frase sin fundamento; quien lea su biografía, y aprenda sus modales y ética, a la vez que se mantiene alejado de todos los preconceptos seguramente llegará a esta conclusión. Algunos no musulmanes que tienen un carácter justo también han llegado a esta conclusión.

  • Su linaje
  • Nacimiento E Infancia
  • Descripción Del Profeta (s)
  • Su linaje:

    Él es Abul-Qasim (padre de Al-Qasim) Muhammad, hijo de Abdullah, hijo de Abdul-Mutalib. Su linaje se remonta a la tribu de Adnan, hijo de Ismael [el Profeta de Dios, hijo de Abraham] que Dios exalte su mención. Su madre fue Aminah, hija de Wahb.

    El Profeta (s) dijo: ‘Ciertamente Dios escogió la tribu de Kinanah sobre las otras tribus de los hijos de Ismail; Él escogió a los Quraish por sobre las otras tribus de Kinanah; Él escogió a Banu Hashim por sobre las otras familias de los Quraish; y me escogió a mí de Banu Hashim’. (Muslim, 2276)

    Así, El Profeta (s) tiene el linaje más noble de este mundo. Sus enemigos así lo afirmaban; Abu Sufyan, quien era archienemigo del Islam antes de convertirse en musulmán, dijo frente al emperador Heraclio.

    Abdullah b. Abbas, que Dios esté complacido con él, narró que el Mensajero de Dios (s) le escribió a César y lo invitó al Islam y le envió una carta que fue entregada al Gobernador de Busra, quien a su vez se la reenvió a César.

    César, a manera de gratitud a Dios, fue caminando de Hims a Ilya (Jerusalén) cuando Dios le otorgó la victoria sobre las fuerzas persas. Entonces, cuando le llegó la carta del Mensajero de Dios, dijo después de leerla: “¡Busquen a cualquiera de su pueblo (árabes de la tribu Quraish), para preguntarle acerca del Mensajero de Dios!”. En ese momento, Abu Sufyan bin Harb se encontraba en Sham con unos hombres de Quraish que habían llegado allí como mercaderes durante la tregua que había concluido entre el Mensajero de Dios y los incrédulos de Quraish. Abu Sufyan dijo: ‘El mensajero de César nos encontró en algún lugar de Sham y me llevó a mí y a mis compañeros a Ilya ante la presencia de César y lo encontramos sentado en su corte real con su corona y rodeado de altos dignatarios bizantinos. Él le dijo a su traductor: “Pregúntales quién de ellos tiene algún parentesco con el hombre que dice ser profeta’”.

    Abu Sufyan agregó:

    ‘Le respondí: “Soy su pariente más cercano”. Me preguntó: “¿Cuál es tu parentesco con él?”. Le respondí: “Es mi primo”, y no había nadie en la caravana de Bani Abd Manaf excepto yo. César dijo: “Que se acerque”. Y luego ordenó que mis compañeros se quedaran detrás de mí y le dijo a su traductor: “Dile a sus compañeros que le voy a preguntar a este hombre acerca del hombre que dice ser profeta. Si miente, deben contradecirlo inmediatamente’”.

    Abu Sufyan agregó:

    ‘¡Por Dios! Si no hubiera sido una pena que mis compañeros me tildaran de mentiroso, no habría dicho la verdad sobre él cuando me preguntó. Pero me pareció una deshonra que mis compañeros me llamaran mentiroso, por lo que dije la verdad’.
    ‘Le dijo luego a su traductor: “Pregúntale a qué tipo de familia pertenece”. Le respondí: “Pertenece a una familia noble”. Luego dijo: “¿Alguna vez otra persona ha afirmado ser lo mismo que él dice ser?”. Le respondí: “No”. Luego dijo: “¿Alguna vez se lo ha acusado de mentir?”. Le respondí: “No”. Dijo entonces: “¿Alguno de sus ancestros fue rey?”. Mi respuesta fue: “No”. Luego agregó: “¿Lo siguen los nobles o los pobres?”. Le respondí: “Los pobres lo siguen”. Me dijo luego: “¿Lo siguen más o menos personas (cada día)?”. Le respondí: “Lo siguen cada día más”. Me dijo: “¿Algunos de los que adoptan su religión se desilusionan y luego dejan de lado su religión?”. Le respondí: “No”. “¿Rompe sus promesas?”, me preguntó. Le respondí: “No, pero en este momento estamos en una tregua con él y tenemos miedo de que nos traicione”.

    Abu Sufyan añadió:

    ‘Fuera de esto último, no pude decir nada en su contra’. ‘Entonces César preguntó: “¿Alguna vez han tenido una guerra con él?”. “Sí”, le respondí. Me dijo: “¿Cuál fue el resultado de esas batallas con él?”. “A veces él gana, a veces, nosotros”, fue mi respuesta. Dijo entonces: “¿Qué cosas les ordena hacer?”. Le dije: “Nos dice que adoremos solamente a Dios, y que no adoremos a otros junto con Él, y que dejemos de lado todo aquello que adoraban nuestros ancestros. Nos ordena que oremos, que demos en caridad, que mantengamos la castidad conyugal, que cumplamos nuestras promesas y que devolvamos aquello que se nos confía’”.

    ‘Cuando dije eso, César le dijo a su traductor: “Dile: Te pregunté sobre su linaje y tu respuesta fue que pertenecía a una familia noble. De hecho, todos los Mensajeros venían del más noble de los linajes de sus respectivos pueblos. Luego te pregunté si alguien más decía ser lo que él dice ser, y tu respuesta fue negativa. Si la respuesta hubiera sido afirmativa, habría pensado que este hombre dice ser algo que ya se ha dicho antes que él. Cuando te pregunté si alguna vez lo acusaron de mentir, tu respuesta fue negativa, por lo que di por sentado que una persona que no le miente a la gente tampoco puede mentir sobre Dios. Luego te pregunté si alguno de sus ancestros fue rey. Tu respuesta fue negativa, y si hubiera sido afirmativa, habría pensado que este hombre pretende recuperar su pasado real. Cuando te pregunté si lo siguen los ricos o los pobres, me respondiste que son los pobres quienes lo siguen. De hecho, ellos son los seguidores de los Mensajeros. Luego te pregunté si sus seguidores son más o menos cada día. Me respondiste que cada vez son más. De hecho, eso es resultado de la verdadera fe hasta que está completa (en todo sentido). Te pregunté si había alguien quien, luego de adoptar su religión, se desilusionó y descartó su religión; tu respuesta fue negativa. De hecho, es una señal de la verdadera fe, pues cuando su placer entra y se mezcla completamente en los corazones, nadie se desilusiona. Te pregunté si alguna vez había roto una promesa. Tu respuesta fue negativa. Y así son los Mensajeros; nunca rompen sus promesas. Cuando te pregunté si alguna vez combatieron, me respondiste que a veces lo hicieron, y que en ocasiones él salía victorioso, y otras veces, ustedes. De hecho, así son los Mensajeros; son puestos a prueba y la victoria final siempre es de ellos. Luego te pregunté qué cosas les ordenaba hacer. Me respondiste que les ordenaba adorar solamente a Dios y no adorar a otros junto con Él, dejar de lado lo que sus ancestros solían adorar, ofrecer plegarias, decir la verdad, ser castos, cumplir las promesas, y devolver aquello que se le confía a uno. Esas son en realidad las cualidades de un profeta que yo sabía que vendría (según las Escrituras anteriores), pero no imaginaba que sería uno de ustedes. Si lo que dices es verdad, muy pronto él ocupará el suelo que está bajo mis pies, y si pudiera iría hacía él de inmediato para conocerlo y lavaría sus pies’”.
    Abu Sufyan agregó:

    ‘César pidió la carta del Mensajero de Dios, la cual fue leída. La misma decía:"En el nombre de Dios, el Misericordioso, el Compasivo. De Muhammad, el siervo de Dios y Su mensajero a Heraclio, Soberano de los bizantinos: Paz para quien sigue la guía: Te invito al Islam, hazte musulmán y estarás a salvo y Dios te dará tu recompensa dos veces. Pero si das la espalda, sobre ti recaerá el pecado de tus súbditos. ¡Gente del Libro!

    venid a una palabra igual entre nosotros: Que no adoréis sino a Dios y no le asociéis nada ni os toméis unos a otros por señores aparte de Dios y si dan la espalda, decid: Atestiguad que somos musulmanes.”. (Corán- 3:64)

    Abu Sufyan agregó:

    ‘Cuando Heraclio terminó su discurso, se produjo un enorme clamor y un grito por parte de los dignatarios bizantinos que lo rodeaban, y había tanto ruido que no entendía lo que decían. Entonces, nos ordenaron que salgamos de la corte’.
    ‘Cuando salí con mis compañeros, al quedarnos solos, les dije: “Ciertamente, el asunto del Profeta ha ganado poder. El Rey de los bizantinos le teme”’.

    Abu Sufyan agregó:

    ‘Por Dios, cada vez estaba más seguro de que su religión obtendría la victoria hasta que terminé por aceptar el Islam’.

    (Bujari, 2782)
  • Nacimiento e infancia

    El Profeta (s) nació en el año 571 (según el calendario gregoriano) en la tribu de Quraish [considerada noble por todos los árabes] en La Meca [considerada la capital religiosa de la Península Arábiga].
    Los árabes realizaban la peregrinación a La Meca, y caminaban alrededor de la Ka’bah construida por el Profeta Abraham y su hijo el Profeta Ismael, que Dios exalte su mención.

    El Profeta (s) era huérfano. Su padre falleció antes de que él naciera, y su madre murió cuando tenía seis años. Su abuelo, Abdul-Mutalib, cuidó de él, y cuando murió, se hizo cargo su tío, Abu Talib. Su tribu y las otras tribus de la época adoraban ídolos de roca, madera e incluso de oro. Algunos de estos ídolos fueron ubicados en torno a la Ka’bah. La gente creía que estos ídolos podían alejar el mal o provocar el bien.

    El Profeta (s) fue un hombre honesto y confiable. Nunca tuvo un comportamiento traicionero ni tampoco mentía ni engañaba; era conocido entre su gente como ‘Al-Amin’, o ‘El Honesto’. La gente le confiaba sus objetos de valor cuando se iban de viaje. También era conocido como ‘As-Sadiq’, o ‘El Sincero’, pues nunca mentía. Tenía buenos modales, era bien hablado y amaba ayudar a las personas. Su gente lo amaba y reverenciaba. Dios, el Altísimo, dice: Ciertamente eres de una naturaleza y moral grandiosas. (68:4)

    Thomas Carlyle dijo lo siguiente en su libro 'Heroes, Hero-Worship and the Heroic in History':

    ‘... desde una edad temprana, se destacó como un hombre inteligente. Sus compañeros lo llamaban “Al Amin, El Fiel”. Fue un hombre fiel y veraz; sincero en sus acciones, en sus palabras, y en sus pensamientos. Siempre había un significado en lo que hacía y decía. Si bien era taciturno al hablar y callado cuando no había nada que decir, era pertinente, sabio y sincero cuando hablaba, y siempre echaba un manto de luz sobre el asunto. ¡Y esas son las únicas palabras que de verdad vale la pena pronunciar! En la vida, descubrimos que era considerado un hombre sólido, fraternal y genuino. Personaje serio y sincero, pero a la vez simpático, cordial, compañero e incluso jocoso – a pesar de todo, siempre reía: Hay hombres cuya risa es falsa, como todo lo que sale de ellos; hombres que no pueden reír. Él era un hombre espontáneo, apasionado, pero a la vez justo y sincero.

    El Profeta (s) gustaba de recluirse en la caverna de Hira antes de que se le encomendara ser profeta. Se quedaba allí muchas noches seguidas.

    Jamás engañó; no ingería bebidas embriagantes, tampoco se inclinaba frente a un ídolo o una estatua, tampoco juraba ante ellos ni les hacía ofrendas. Fue pastor de un rebaño de ovejas que pertenecían a su pueblo. El Profeta (s) dijo:‘Todo Profeta encomendado por Dios fue pastor de un rebaño de ovejas’. Sus compañeros le preguntaron: ‘¿Incluso tú, Mensajero de Dios?’. Él respondió: ‘Sí, yo cuidé de un rebaño de ovejas para el pueblo de La Meca’. (Bujari 2143)

    Cuando el Profeta Muhammad (s) cumplió cuarenta años, recibió una revelación divina; se encontraba en la caverna de Hira. A’ishah, que Dios esté complacido con ella, dijo:

    ‘Lo primero que recibió el Mensajero de Dios (s) mientras se encontraba en la Caverna de Hira en La Meca, fueron buenas visiones [sueños]. Cada vez que tenía un sueño, se hacía realidad y se volvía claro como el alba. Más tarde, el Mensajero de Dios (s) comenzó a amar el estar solo meditando. Pasaba días y noches enteras para cumplir con su propósito en la caverna antes de regresar con su familia. Llevaba una ración de alimentos para su estancia. Cuando volvía con su esposa Jadiyah, que Dios esté complacido con ella, buscaba más alimentos frescos y regresaba a la Caverna a continuar meditando’.

    ‘La verdad le llegó cuando se encontraba en la Caverna de Hira. El ángel Gabriel (a) se acercó a Muhammad (s) y le ordenó que leyera. Muhammad (s) le respondió: “¡No sé leer!”. Gabriel (a) abrazó a Muhammad (s) hasta que éste no pudo respirar más, y lo soltó: “¡Oh Muhammad! ¡Lee!”. Nuevamente, Muhammad (s) respondió: “¡No sé leer!”. Gabriel (a) abrazó a Muhammad (s) por segunda vez. Luego le ordenó que leyera por tercera vez, y lo abrazó fuertemente hasta que no pudo respirar, y lo soltó diciendo: “¡Oh Muhammad!¡Lee! En el nombre de tu Señor, Quien creó todas las cosas. Creó al hombre de un cigoto. ¡Lee! Que tu Señor es el más Generoso. (96:1-3)

    El Mensajero de Dios (s) regresó temblando a su casa. Entró y le dijo a Jadiyah: “¡Cúbreme, cúbreme!”. Jadiyah, que Dios esté complacido con ella, cubrió a Muhammad (s) hasta que se sintió mejor. Luego le contó a su esposa lo sucedido en la Caverna de Hira. Dijo: “Temí por mi vida”. Jadiyah, que Dios esté complacido con ella, tranquilizó a Muhammad (s) diciendo:

    “¡Por Dios! ¡No debes preocuparte! ¡Dios, el Exaltado, nunca te humillaría! Eres bueno con tus semejantes. Ayudas a los pobres y necesitados. Eres generoso y hospitalario con tus huéspedes. Ayudas a quienes lo necesitan”.


    Jadiyah, que Dios esté complacido con ella, llevó a su esposo Muhammad (s) a casa de un primo de ella llamado Waraqah bin Nawfal bin Asad bin Abdul Uzza. Este hombre se había convertido al cristianismo durante la era pagana. Era escriba de Escrituras hebreas. Era un anciano que había perdido la vista en los últimos años de su vida. Jadiyah, que Dios esté complacido con ella, le dijo a su primo: “¡Oh primo mío, escucha lo que tu sobrino [es decir, Muhammad, que Dios exalte su mención] está a punto de contarte!”. Waraqah dijo: “¿Qué es lo que has visto, querido sobrino?”.

    El Mensajero de Dios (s) le contó lo sucedido en la Caverna de Hira. Al oír el relato, Waraqah dijo: “¡Por Dios! ¡Es el ángel Gabriel (a) quien se apareció ante el Profeta Moisés, que Dios exalte su mención. Ojalá pudiera yo estar con vida cuando tu pueblo te saque de La Meca!”. El Mensajero de Dios (s) preguntó: “¿Van a expulsarme de La Meca?”. Waraqah contestó afirmativamente diciendo: “Nunca un hombre ha transmitido un Mensaje similar sin que su pueblo haya entablado guerra contra él. Si llego a ser testigo de eso, te daré mi apoyo”. Waraqah falleció poco tiempo después de este incidente. Las revelaciones también cesaron de momento’. (Bukhari, 3) '
    El versículo del Corán citado en elhadiz anterior marca cuando comenzó su misión profética. Luego Dios, el Exaltado, le reveló: ¡Oh, tú [Muhammad] que te envuelves en el manto! Levántate y advierte [a los hombres]. Proclama la grandeza de tu Señor, purifica tus vestimentas (74:1-4)
    Este versículo del Corán marca el comienzo de su misión como Mensajero.

    Con la revelación de este capítulo del Corán, El Profeta (s) comenzó abiertamente a convocar a su pueblo al Islam. Comenzó con su propio pueblo. Algunos se negaron a escucharlo porque los invitaba a algo que nunca habían visto antes.

    El Islam es una forma de vida completa, que trata temas religiosos, políticos, económicos y sociales. Además, la religión del Islam no sólo los convocaba a que adoraran solamente a Dios y a dejar de lado todos los ídolos y cosas que adoraban; también prohibía cosas que consideraban placenteras, como la usura o el consumo de embriagantes, la fornicación y los juegos de azar. También convocaba a las personas a ser justas entre sí, y a conocer que no hay diferencia entre ellas salvo a través de una corrección en la forma de vida. ¡Cómo podía Quraish [la tribu más noble de los árabes] ser tratados de igual manera que los esclavos! No sólo se negaron totalmente a aceptar el Islam, sino que también insultaban al Profeta (s) diciendo que estaba loco, que era un hechicero y un mentiroso. Lo culpaban de cosas que no lo habrían culpado antes de la llegada del Islam.

    Incitaban a las masas y a los ignorantes a que se pusieran en su contra, y también torturaron a sus compañeros. Abdullah b. Masud, que Dios esté complacido con él, dijo:‘Mientras El Profeta (s) se encontraba de pie orando cerca de la Ka’bah, un grupo de Quraish estaban sentados, y uno de ellos dijo: ‘¿Ven ese hombre? ¿Quién puede traer la suciedad y los desechos de los intestinos de los camellos, y esperar a que se incline para echárselos sobre sus espaldas? Los peores se ofrecieron para hacerlo, y cuando El Profeta (s) se postró, pusieron los desechos sobre sus espaldas, mas El Profeta (s) se quedó postrado. Rieron tan fuerte que casi se cayeron. Alguien fue a buscar a Fátima, que Dios esté complacido con ella, quien era apenas una jovencita, y le informaron de lo sucedido. Ella corrió hacia El Profeta (s) y le limpió la suciedad de la espalda, y luego dio la vuelta y maldijo a los de la tribu Quraish que se encontraban sentados en ese sitio’. (Bukhari, 498)

    Munib al-Azdi dijo: ‘Vi al Mensajero de Dios decirle a la gente durante la era pagana:‘Atestigüen que no existe dios digno de alabanza excepto Dios si quieren alcanzar el éxito’. Algunos escupieron su cara, otros le arrojaron tierra en el rostro, y otros lo insultaron hasta el mediodía. Cada vez que una niña se acercaba con una vasija de agua, él se lavaba las manos y la cara y decía: ‘Oh hija, no tengas miedo de que tu padre sea humillado o agobiado por la pobreza’. (Mu’yam al-Kabir, 805).

    Urwah b. az-Zubair dijo: ‘Le pedí a Abdullah b. Amr al-Aas que me contara lo peor que le hicieron los paganos al Profeta (s) y me dijo:‘Uqbah b. Mu’ait se acercó al Profeta (s) mientras oraba cerca de la Ka’bah, y le retorció su túnica alrededor del cuello. Abu Bakr, que Dios esté complacido con él, se acercó rápidamente, tomó a Uqbah del hombro y lo alejó diciendo: ‘¿Vas a matar a un hombre porque proclama a Dios como su Señor y tiene señales claras de tu Señor?’ (Bukhari, 3643)

    Estos incidentes no detuvieron al Profeta (s) en su prédica. Convocó al Islam a muchas tribus que venían a La Meca a realizar la Peregrinación. Algunos eran del pueblo de Yazrib, conocido hoy como Medina, y juraron serle leales y ayudarlo si optaba por ir a Medina. Él envió a Mus’ab b. Umair, que Dios esté complacido con él, con ellos para que les enseñara el Islam. Después de todas las dificultades que los musulmanes tuvieron que enfrentar por parte de su propio pueblo, Dios les permitió emigrar de su ciudad a Medina. El pueblo de Medina los recibió de una manera extraordinaria. Medina se convirtió en la capital del estado islámico, y el punto desde el que se comenzó a expandir la prédica del Islam.

    El Profeta (s) se instaló allí y le enseñó a la gente la recitación coránica y la jurisprudencia islámica. Los habitantes de Medina se conmovieron enormemente con los modales del Profeta. Lo amaban más que a sí mismos; se esmeraban por servirlo y gastaban todo lo que tenían en su honor. La sociedad era fuerte y su pueblo era rico en términos de Fe y eran muy felices. La gente se amaba, y reinaba una verdadera hermandad entre las personas. Todos eran iguales; ricos, nobles y pobres, blancos y negros, árabes y no árabes – todos eran considerados iguales para la religión de Dios, no había ninguna distinción entre las personas salvo a través de la piedad. Luego de que la prédica del Profeta se expandiera en Medina, los mecanos atacaron al Profeta (s) en la primera batalla del Islam, la Batalla de Badr. Esta batalla tuvo lugar entre dos grupos desiguales en armamento y preparación. Los musulmanes eran 314, mientras que los paganos sumaban 1000 hombres pertrechados. Dios le dio la victoria al Profeta (s) y sus Compañeros. Luego de esta batalla, tuvieron lugar muchas batallas entre los musulmanes y los paganos. Luego de ocho años, El Profeta (s) pudo preparar un ejército de 10.000 hombres. Emprendieron la marcha hacia La Meca y la conquistaron, derrotando así a su pueblo, que lo había perseguido y torturado. Muchos musulmanes incluso habían sido obligados a abandonar sus propiedades y riquezas y huir para salvar sus vidas. Los derrotó de manera decisiva, y ese año fue llamado ‘El Año de la Conquista’. Dios, el Exaltado, dice en el Corán:[¡Oh, Muhammad!] Cuando llegue el socorro de Dios y la victoria [la conquista de La Meca] y veas a los hombres ingresar en tropeles en la religión de Dios, glorifica y alaba a tu Señor por ello, y pide Su perdón; por cierto que Él es Indulgente. (110:1-3)

    Luego convocó al pueblo de La Meca y les dijo:‘¿Qué piensan que voy a hacerles?’. Ellos respondieron: ‘Sólo harás algo favorable; ¡eres un hermano bueno y generoso, y un sobrino bueno y generoso!’ El Profeta (s) dijo: ‘Vayan, son libres de hacer lo que deseen’. (Baihaqi, 18055)

    Esa fue una de las tantas razones por las cuales muchos de ellos aceptaron el Islam. El Profeta (s) regresó luego a Medina. Después de un período de tiempo, El Profeta (s) realizó la peregrinación, por lo que se dirigió a La Meca con 114.000 seguidores. Esta Peregrinación es conocida como ‘La Peregrinación de Despedida’ dado que El Profeta (s) nunca realizó otra Peregrinación, y murió poco después de completarla.

    Durante su Peregrinación pronunció el siguiente discurso:"¡Oh gente! Escuchen mis palabras, debido a que no sé si he de encontrarme con vosotros, en este lugar, después de este año. Vuestra vida y vuestros bienes son sagrados, como lo son sagrados este día de hoy, este mes y esta ciudad.

    Todas las prácticas paganas quedan ahora anuladas bajo mis pies. Todo acto de venganza de los días del paganismo queda abolido. La usura de la época del paganismo queda abolida, empezando por el interés que se le debe a Abbas bin Abdul Muttalib (su tío).


    Teman a Dios en el trato a vuestras mujeres. Las han tomado bajo la protección de Dios y son lícitas para vosotros por la Palabra de Dios. Ellas no deben permitirle a nadie acercarse a vuestro lecho ni entrar en vuestras casas sin vuestro permiso. Los esposos tienen el deber de alimentarlas y vestirlas adecuadamente.


    Les he dejado entre vosotros el Libro de Dios y mis enseñanzas, y si se aferran a ambas nunca se desviarán.


    Oh gente, no habrá ningún Profeta luego de mi y ninguna nación después de la vuestra. Así que les recomiendo adorar a vuestro Señor, rezar las cinco oraciones, ayunar en el mes de Ramadán y dar el Zakat (derecho de los pobres) de vuestros bienes con agrado. Les recomiendo hacer la peregrinación a la Sagrada Casa de vuestro Señor y obedecer a aquellos que están encargados de vuestros asuntos, si hacen todo esto entrarán en el Paraíso de vuestro Señor. Si son preguntados acerca de mí, ¿qué dirán?" Contestaron: "Atestiguaremos que has transmitido y entregado el mensaje y nos has aconsejado." Entonces levantó su dedo índice hacia el cielo mientras decía: "Dios, Se testigo"

    El Profeta (s) murió en Medina el 12 del mes lunar Rabi al-awal en el año 11 de la Hégira. El Profeta (s) fue sepultado también en Medina. Los musulmanes quedaron impactados al enterarse de su muerte; algunos Compañeros no creían lo que oían. Umar, que Dios esté complacido con él, dijo: ‘¡Quien diga que Muhammad ha muerto, lo decapitaré!’. Abu Bakr, que Dios esté complacido con él, dio un discurso, y recitó las palabras de Dios:Muhammad no es sino un Mensajero, a quien precedieron otros. ¿Si muriera o le dieran muerte, volveríais a la incredulidad? Mas quien volviera a ella, en nada perjudicará a Dios. Dios retribuirá a los agradecidos. (3:144)

    Cuando Umar, que Dios esté complacido con él, oyó este versículo comprendió que El Profeta (s) había muerto. El Profeta (s) tenía 63 años de edad al morir.
    Permaneció en La Meca durante cuarenta años, antes de ser encomendado como profeta. Luego vivió allí otros 13 años durante los cuales convocó a la gente al monoteísmo. Después emigró a Medina, donde vivió diez años. Allí recibió revelaciones constantemente, hasta que el Corán y la religión del Islam estuvieron completos.

    George Bernard Shaw dijo:
    ‘Siempre he tenido un gran aprecio por la religión de Muhammad debido a su maravillosa vitalidad. Es la única religión que parece tener esa capacidad de asimilar las fases cambiantes de la existencia y que la hacen atractiva para cualquier época y edad – yo predije que la fe de Muhammad sería aceptable el día de mañana, ya está siendo aceptable en la Europa de hoy. Los eclesiásticos medievales, ya sea por ignorancia o fanatismo, pintaron al mahometanismo con los colores más oscuros. De hecho, fueron entrenados para odiar tanto a Muhammad como a su religión. Para ellos, Muhammad era el anticristo. Yo he estudiado a este hombre maravilloso, y en mi opinión, lejos de ser llamado el anticristo, debería ser llamado el Salvador de la humanidad’ ( Enciclopedia de Sirah, por Afzalur Rahman.)

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  • Descripción del Profeta (s)

    El Mensajero de Dios (s) fue un hombre sensacional, respetado por todos los que lo conocían. Su rostro brillaba como la luna llena. Era un hombre de estatura mediana, ni muy alto ni muy bajo. Tenía una cabeza grande y su cabello era ondulado. Si tenía el cabello largo, lo dividía, de lo contrario, su cabello no pasaba los lóbulos de las orejas en circunstancias normales. Tenía un color rosado saludable. Su frente era ancha. Sus cejas estaban prolijas naturalmente, y no estaban unidas. Había una vena entre sus cejas que se hinchaba cuando se enfadaba. Su nariz era recta y tenía un brillo especial. Tenía una barba tupida y suaves mejillas. Su boca era grande. Tenía bigotes. Sus dientes estaban espaciados. Su contextura era moderada y fuerte. Su abdomen y su pecho estaban al mismo nivel. Su pecho y sus hombros eran anchos. Sus articulaciones eran de buen tamaño. Su piel era blanca. Tenía vellos desde el esternón hasta el ombligo. No había vellos en su pecho, pero sus brazos y hombros eran velludos. Sus antebrazos eran grandes y también las palmas de sus manos. Sus manos y pies eran cortos, y sus dedos tenían un largo moderado. Sus pies eran planos y suaves; debido a la suavidad de sus pies, no se acumulaba el agua en ellos. Caminaba con pasos largos y elegantes; levantaba los pies en lugar de arrastrarlos. Cada vez que se volteaba, lo hacía con el cuerpo entero [en lugar de voltear sólo la cabeza]. Recataba su mirada en todo momento. Eran más las veces que miraba el suelo que el cielo. A menudo daba vistazos rápidos a las cosas [en lugar de mirarlas fijamente]. Ofrecía sus saludos a los demás antes de que lo saludaran a él.

    El Profeta (s) parecía estar triste casi todo el tiempo, y meditaba profundamente. Nunca descansaba completamente, y nunca hablaba a menos que fuera necesario. Cada vez que hablaba, comenzaba y terminaba sus frases con el nombre de Dios. Hablaba claro y con significado, pronunciando sólo frases precisas y certeras. Sus frases eran muy decisivas; nadie podía distorsionar sus palabras. Era muy amable y cariñoso. Nunca insultaba a otras personas. Era agradecido por todas las bendiciones que Dios le había otorgado, sin importar lo minúsculas que parecieran; nunca menospreciaba nada. No criticaba la comida. Nunca se preocupaba por asuntos mundanos. Si una persona sufría una injusticia, se enojaba mucho. Su enojo no cesaba hasta tanto le restituyeran su derecho a esa persona. No se enojaba si la víctima de la injusticia era él, ni tampoco buscaba venganza. Cuando señalaba, lo hacía con la mano entera; cuando se sorprendía, volteaba rápidamente la mano. Cuando El Profeta (s) hablaba, daba pequeños golpes en su mano derecha con el pulgar izquierdo. Cuando se enfadaba, daba vuelta la cara, y cuando estaba complacido y feliz, bajaba la mirada. Sus risas eran más bien sonrisas. Cuando sonreía, sus dientes parecían perlas.

    El Profeta (s) repartía su tiempo en tres partes; una parte para Dios, la otra para su familia y la tercera para sí mismo y su gente. La parte dedicada a su pueblo la empleaba a atender las necesidades de la gente. Los mantenía ocupados enseñándoles lo que los beneficiaría. Solía decirles: ‘Aquellos que estén presentes transmitan (lo que han aprendido) a quienes están ausentes, e infórmenme de las necesidades de los que no han podido venir. Aquel que informe al gobernante acerca de las peticiones de una persona, Dios lo afirmará en el puente el Día de la Resurrección.’

    El Profeta (s) cuidaba su lengua [de decir palabras vanas], daba consejos sinceros y hablaba benéficamente para así reunir y unir a la gente. Respetaba a los generosos, amables y nobles de cada pueblo, y les encomendaba los asuntos de su gente. Advertía a la gente de los males y se cuidaba de ellos, aunque nunca tenía un mal gesto frente a nadie. Le preguntaba a la gente acerca de su situación y les ordenaba hacer el bien y prohibir el mal. Era moderado en todos sus asuntos. Nunca dejaba pasar la oportunidad de recordarles a sus compañeros y darles sinceros consejos. Estaba preparado para toda situación, y mantenía la verdad y no era ocioso. Quienes se sentaban junto a él eran lo mejor de su gente.

    El Mensajero de Dios (s) nunca se levantaba ni se sentaba sin mencionar el nombre de Dios. Tenía prohibido que designaran un lugar que fuese únicamente suyo. Se sentaba donde encontraba un sitio libre. También les ordenaba a los demás hacer lo mismo al llegar a una reunión. Repartía su tiempo de manera equitativa entre los Compañeros que se sentaban junto a él. Quien se sentara junto al Profeta (s) pensaría que era el más importante y querido por él. Si una persona se acercaba planteándole una necesidad, no lo apuraba, sino que dejaba que terminase su petición y se fuese cuando lo deseara. El Profeta (s) siempre le daba una respuesta al que pedía; le regalaba palabras agradables, aún si no podía cumplir con su petición.
    Tenía un corazón y una mente abiertos. Era considerado un padre cariñoso y atento por todos; para él, todos eran iguales. Sus reuniones eran reuniones de conocimiento, perseverancia, paciencia, modestia y confianza. Nadie levantaba la voz en presencia del Mensajero de Dios, que Dios exalte su mención. Nadie hablaba cosas malas en su presencia. Quienes asistían a la reunión se trataban de manera humilde, respetaban a los mayores, eran misericordiosos con los jóvenes y respetaban al extraño.

    El Mensajero de Dios (s) estaba siempre alegre. Era extremadamente amable y cariñoso. Nunca era brusco. No levantaba su voz en público ni decía groserías. Nunca hablaba mal de nadie ni esparcía chismes. Jamás adulaba a nadie. Nunca desilusionaba a nadie. Evitaba tres cosas; discutir, hablar demasiado e interferir en aquello que no era importante. También evitaba otras tres cosas; nunca hablaba mal de nadie, nunca se burlaba de nadie ni hablaba de los fallos de otros frente a nadie, tampoco criticaba a nadie. Sólo hablaba de aquellas cosas que merecen ser recompensadas. Cuando hablaba con sus Compañeros, éstos miraban el suelo [en muestra de respeto y atención] y era como si pájaros se hubieran posado en sus cabezas. Cuando el Mensajero de Dios (s) dejaba de hablar, recién entonces lo hacían sus Compañeros. Nunca lo contradecían en su presencia. Cuando hablaba uno de sus Compañeros, el resto escuchaba atentamente hasta que hubiera completado lo que pretendía decir.

    El Mensajero de Dios (s) demostraba una extrema paciencia cuando escuchaba a un extranjero con un acento o dialecto difícil de entender. No le hacía ninguna pregunta hasta que hubiera completado lo que quería decir. De hecho, el Mensajero de Dios (s) les ordenaba a sus Compañeros que asistan a la persona que buscaba su ayuda. Nunca interrumpía a quien hablaba hasta que la persona hubiera completado su idea y se detuviera o se levantara para irse’. (Baihaqi)